lunes, 15 de noviembre de 2010

Destedio

Me enfadé de la vida que llevaba y tiré todo al demonio. Mi alma pesaba y cada vez que recordaba aquello que aún no sucedía y que debía suceder un llanto interno con violentas sacudidas acosaba mi corazón.

El tedio, qué sensación más horrible para el ser humano; y así me sentía yo: En un profundo sueño de tedio. Despertarse sin recordar lo que no existe y estar sometido con ello a la monótona existencia dirigida por la batuta de las leyes de la física.

Lo que más me gustaba del mundo dejó de tener color ante mi mirada ansiosa y expectante de diferencias. Tanto tenía el mundo por ofrecerme y tan pocas maneras de hacerlo. Por eso renuncié al mundo, al poder clásico y a la visión de mí en ese universo. Regresé, viajé en el tiempo y tomé otra ruta. Regresar era la única opción para salvar mi vida del tedio; regresar es la única opción que puede hacer el mundo para dejar de sentir el desasosiego de la postmodernidad.

La misma música, antes tenía el poder de construir castillos en mi piel y erizar la superficie hasta la luna. Adicta a esa sensación volví a escuchar la misma melodía una y otra vez, sin percatarme de que en realidad estaba vacunando mi alma contra esos sentimientos tan divinos, tan espontáneos y creados por una canción. ¿Y qué más puede ser el tedio sino la incapacidad de sentir asombro; como la muerte es la incapacidad de amar? El tedio es una muerte. Una muerte de nuestro sentir, de nuestra capacidad de percibir nuevas formas. Yo morí, morí ante el mundo y sus secretos encantos teóricos que sólo serán revelados a aquellos que siguen vivos para descubrirlos. Pero no morí para siempre ni en todos lados, nací en otro lugar, otro universo me recibió con grandes brazos de sensaciones y asombro. Ese sería mi nuevo hogar, no el mundo y sus problemas, sino el físico y lo tangiblemente imaginable e inimaginable. Colores, formas, sensaciones y experiencias. Volví a nacer, nació mi alma y ahogué el deber. Tomé las consideraciones con mi ser, quise hacerme feliz y mandé al mundo al diablo.

¿Y qué me asegurará que el canceroso tedio no enfermará mi pasión? Lo digo yo, lo dice la naturaleza misma de la nueva disciplina, me lo dice el corazón y me lo dice la mente. Y tomaré aquello que alguna vez amé y lo fusionaré con mi nuevo gusto, haré que el tedio desaparezca de mi vida. Curaré el cáncer de la teoría con la práctica. Con la total abstracción de ella que será tangible y colorida, que pueda ser percibida hasta por los sentidos más toscos.

Les daré a todos ese regalo. El de palpar los secretos del mundo, de hacerlos suyos, de pasar en ellos recuerdos recónditos e íntimos. El regalo de poseer al mundo en todas sus facetas.

jueves, 16 de septiembre de 2010

La importancia de la intuición en la enseñanza


Siglos y siglos de enseñanza nos han dado una aparente seguridad de ir avanzando hacia una mejor educación, sin temor de volver a cometer los mismos errores que cometieron generaciones pasadas.

Dentro de las materias que nos han permitido este camino, que parece cada vez más fácil, se encuentra la psicología, cuyos descubrimientos han propiciado innumerables corrientes en torno a la educación, sea ésta familiar o escolar.

Tantas teorías, tantos estudios, tantos libros, ensayos y demás; han sido la tabla falsa que varias veces nos ha hecho caer en un fatal error: La enseñanza ha perdido su intuición.

El profesor se ha enfocado tanto en la teoría que ha perdido un vínculo especial con el alumno. Lo trata como un problema que es solucionable mediante la aplicación de las instrucciones de un manual que contiene lo último en pedagogía y psicología.

Otro de los factores que es muy importante tomar en cuenta, y que ha sido completamente dejado de lado, es la cuestión de formación y trasfondo cultural. Debido a esa pérdida del vínculo maestro-alumno, el docente no se percata de que el contexto del educando es totalmente diferente al que pinta el autor X, cuya nacionalidad por lo general será europea o norteamericana.

El profesor de ahora ya no es capaz de descubrir su entorno y adaptar sus enseñanzas en torno a éste, sino que siempre tratará de encajonarla en el marco teórico, aunque este último haya sido estudiado y escrito bajo contextos totalmente diferentes.

Se cree que mientras más institucionalizado está el saber, más capaces serán de enfrentarse al mundo moderno, cuando lo único que hacen las capacitaciones es abrir la mente del maestro, darle nuevas perspectivas y algunos consejos que pueden ser aplicables sólo si se son capaces de moldear en el contexto correcto.

La intuición en la enseñanza es fundamental en el desarrollo del aprendizaje del maestro y el alumno. El profesor debe tener la capacidad de formular y crear sus propias dinámicas y métodos, debe ser un modelo natural como se hacía antes con los antiguos griegos.

¿Por qué entonces si cada vez tenemos más información, nuestra educación se deteriora a la par? La falta de vocación del personal docente es uno de los mayores problemas de los que el sistema educativo se debe deshacer.

Durante un tiempo a la fecha, el trabajo como profesor se tornó en sólo eso: un trabajo. Ya no era una pasión, van a ese ámbito porque “es lo más sencillo”, cuando no se dan cuenta de que su frustración emana de sus gestos y llegan al alumno, para ser procesados como frustración pura.

Acabaré con una petición:

Por favor, si planea ser profesor en un futuro, o en este momento lo es, piense claramente si está o estará donde desea. El profesor es el puente entre el alumno y la ciencia, el arte, la materia, etcétera. El profesor tiene el gran compromiso de forjar cimientos fuertes para que el alumno pueda cruzar no sólo sin temor, sino con gusto.

Tiene también la responsabilidad de descubrir el potencial del alumno y enseñarle a éste a descubrirlo.

Ser profesor no se trata de un trabajo por el que se recibe un sueldo por cumplir con un deficiente plan de estudios. Ser profesor significa trabajar por la pasión de enseñar.

Una alumna

viernes, 30 de julio de 2010

Mexicanos, ¿hasta dónde?


En los últimos meses hemos visto un inmenso movimiento por parte del gobierno, empresas y diversas organizaciones no gubernamentales; todo para unirse en un objetivo clave de este año: la celebración de la independencia y la revolución (200 y 100 años, respectivamente).

De igual forma parece que han aumentado las festividades en cualquier localidad y todo parece ser en grande: en Tijuana cerraron calles principales, apostándole la jugada al caos y tratando de ganarle. Todo porque la señorita cumple 120 años, y es menester festejarle en grande. Y la gente LO APOYA.

Pero con todos estos preparativos y entusiasmo por la ciudadanía, me pregunto: ¿hasta dónde son mexicanos?

Porque una persona con intenso patriotismo no se mide por qué tan alto da “el grito”, o qué tantos huevos con confeti y harina revienta en las cabezas de los demás. NO. El nivel de patriotismo se mide por cómo nos comportamos durante el año con nuestro querido México.

¿Dónde están los mexicanos cuando se necesita limpiar la ciudad? ¿Dónde están los mexicanos cuando se necesita seguridad? ¿Dónde están los mexicanos cuando se necesita justicia? ¿Dónde están los mexicanos cuando se necesitan valores? Difícil de responder. Pero ¿Dónde están los mexicanos cuando hay fiesta? En ningún otro lugar más que en la misma fiesta.

¿Por qué?

¿Por qué vamos a las calles con ese hipócrita sentimiento de ser mexicanos?

¿Por qué sólo nos ponemos la camiseta cuando la nación necesita apoyo en la cancha y no cuando lo necesita en su tierra?

Y les apuesto a que después de la parranda, cuando la basura se apodere de las calles después de las tan esperadas fechas, seguirán siendo mexicanos unos cuantos, mientras que el resto dirá que ya no es tan mexicano como para limpiar lo que ha disfrutado.

Si empieza una nueva generación este año, que sea de verdaderos mexicanos comprometidos no sólo el 15 y 16 de septiembre, sino los 363 días restantes (364 cuando es bisiesto).

Que sea una generación de mexicanos que se ponen la camiseta dentro y fuera del estadio. Que sea una generación de mexicanos dispuesta a crecer junto con la tierra donde viven. Y que cuando pregunten ¿dónde están los mexicanos? Podamos sentirnos orgullosos de contestar ¡ayudando a su país!

viernes, 9 de julio de 2010

Le decían ‘El Huracán’

Alex, el fuerte Alex. Llegó, Norteño, azotando la ciudad. Ahogando a la gente en su furia, destrozando las casas al pasar. Era el más temido en los caminos.

Pero no le digan Alejandro porque se enoja, es Alex, de cariño. Nos engaña con su nombre, haciéndose pasar por buen amigo. Alex, como si fuera el compadre de toda la vida, pero tras su muerte te das cuenta de que te dejó cada una de sus deudas.

Nos dio muchas angustias: a nosotros nos quitó diversión y los últimos días de clases de verano, un par de días nos dejó encerrados sin comer. Otros no tuvieron tanta suerte, Alex les arrebató el hogar, sus pertenencias, a algunos hasta la vida. Pobres.

Hasta a los narcos les quitó las balas, Alex era uno de los pesados, más que el legendario Tío Gilberto, que hizo de las suyas a mediados de los 80’s.

Pero un día, Alex se cansó. Dejó las calles y las casas. Dejó los cielos y los ríos. Alex no volvió, no paró las riñas del crimen el fin de semana después de su llegada.

Y volvió el terror.

Pues al menos con las lluvias no nos balacean. Ni viviendo lejos de un río nos salvamos. Al hombre nada le importa, todo es su territorio. No tiene cauce, no tiene montañas que lo frenen, no tiene arbustos en su camino que lo detengan. A Alex se lo llevó el viento. A nosotros nos llevó Alex. ¿Quién se llevará a los malos, si no fue el buen Alex?

martes, 6 de julio de 2010

Reflexión de medio vuelo

Son las 10:50 de la mañana del día 6 de Julio de 2010. Estaba simplemente escuchando música, pensando en qué pensar hasta que vi a un individuo sentado un asiento contra-esquina de donde yo estaba. Él hojeaba y subrayaba algo que estaba oculto tras una blanca carpeta de tres argollas. Mi curiosidad me hizo agudizar un poco la vista hasta que me di cuenta de que las hojas eran en realidad planos.

Inmenso fue el regocijo de saber que había alguien en el avión que tenía trabajo. Tal vez sea un poco obvio que alguien sobre un avión tenga trabajo, pero cuando algo es tan evidente es mayor la felicidad.

Después de pensar en eso una serie de eventos se conectaron en mi cerebro hasta llegar al recuerdo de una frase que escuché el día de ayer: “a los mexicanos no nos toman en serio para trabajar (en el extranjero), pero a la hora de la fiesta siempre seremos los más seguidos”. Eso acompañado con la explicación-ejemplo de que una amiga (de la amiga que dijo eso) estaba en Francia buscando trabajo pero que jamás podría aspirar a un puesto de alto mando en ese país.

Para mí, ese momento… esas palabras fueron como un balde de agua fría que me despertó en una realidad laboral de la cual yo no tenía conciencia. Pero después de unos cuantos segundos de reflexionar lo que me acababan de decir una ecuación brotó en mi cabeza (gracias, Alex, por no dejar morir a la inge que llevo dentro) y apareció lo siguiente:

Mexicano = Fiesta10 + Europeos – Puesto alto

Despejamos:

Mexicano + Puesto alto = Fiesta10 + Europeos

Conclusión: Siendo mexicano, el mejor negocio que se puede emprender para tener una utilidad máxima en el extranjero es UN ANTRO.

Ó…

Mexicano = Fiesta10 + Europeos – Puesto alto

Despejamos:

- Fiesta10 = - Mexicano + Puesto alto + Europeos

Conclusión: Pensar en cambiar de nacionalidad (o la mentalidad cliché de la identidad mexicana que nos regaló Samuel Ramos).

sábado, 3 de julio de 2010

En la guerra Intelectual y el limbo

La Guerra. Esa palabra a la que tanto tememos, pero más tememos su acción, que sea un hecho. Actualmente, México está viviendo su etapa de guerras que deja a todos más inconformes que el día anterior: mueren inocentes, mueren los intelectuales, mueren los políticos por intentar hacer política, y el presidente ha declarado una guerra cuyas batallas ha perdido una tras otra.

En una de esas batallas que se mencionan está la del 19 de marzo del 2010, día (o madrugada) en que murieron dos jóvenes en fuego cruzado entre las armas de los criminales y las lanzas del ejército; que hizo temblar a la comunidad de estudiantes de todo el país. Por toda la nación surgieron grupos de jóvenes intelectuales que fueron apoyados por sus maestros. Convocaron marchas y varias muestras de inconformidad ante las medidas que se estaban tomando para acabar con un problema que si antes no les afectaba directamente ahora lo estaba haciendo. Sin embargo, después de escasos cuatro meses, esos movimientos fueron perdiendo la inercia. ¿Por qué? Las respuestas son simples, y son dos:

Primero, los movimientos no tenían bases sólidas y trascendentes, no queriendo decir con ello que la muerte de los jóvenes no era un tema de gran importancia, al contrario; pero simplemente no era la suficiente leña para mantener el tren andando. Debieron comenzar con algo más general, más versátil.

Segunda, el presidente Felipe Calderón Hinojosa, mismo que declaró la guerra contra el narcotráfico, sólo tenía cabeza para decir que era una guerra de todos. Una guerra que terminó ahogando a todos los mexicanos, a excepción de aquellos que permanecían sentados en la cumbre del poder.

Las guerras que han surgido al menos en los últimos veinte años, tienen la peculiar característica de ser ilegítimas ante el pueblo, y es que los mandatarios de las naciones están jugando a las cruzadas sin mancharse las manos. Buscan esa Tierra Santa dentro de sus países, pero no se dan cuenta de que el Santo Grial del bienestar está justo debajo de su trono, así es, debajo de su trono, sólo que la comodidad del poder no les permite ponerse de pie y bajar la cabeza. El egocentrismo de las autoridades que acosa no sólo al no-político mexicano sino también a todas las cabezas del mundo, no les permite ver sus acciones desde el espejo, siendo los principales promotores de la democracia los más viles y fascistas; lo son por el simple hecho de considerarse ellos mismos la máxima figura de lo que sea que estén intentando implementar.

El intelecto y la acción no pueden estar separados, deben ser como el cuerpo y el alma. Ya que aquellos que no están instruidos bajo los conceptos por los que luchan son como zombies, hipócritas que sólo quieren comer del cerebro de los demás para vanagloriarse con la luz de los ilustrados.

Por otro lado, tampoco puede haber intelectuales que no tomen acciones. No por ello serán guerrilleros, como lo dijo Jean-Paul Sartre, al contrario, dejarán de ser fantasmas, sus enseñanzas dejarán de ser el principio de ese teléfono descompuesto que termina en los actos que acaban descomponiendo la esencia de la lucha y con ello debilitándola hasta acabar con ella.

Debe ser como las primeras guerras que se sostenían en la faz de la Tierra, donde los reyes y consejeros peleaban al frente y guiaban a su patria. Así, conquistaban con dignidad, y si perdían lo hacían con el menor dolor.

Quizá suene un poco ilógico pensar que el presidente de México pelee junto al ejército, pero más absurdo es ver cómo se desata la masacre ante nuestros ojos mientras él lo ve todo con lentes de color de rosa, incluso en las estradas del estadio en algún país lejano al suyo.

Lo que él hizo fue una reacción, no una acción. No tenía conciencia. Se saltó de la comparación al hecho, imposibilitando con ello la reflexión y así todos los pasos que surgen a partir de ella. Fue el zombie que se mencionó unas líneas arriba, pero sin luz, sin respaldo. También fue el intelectual que no tomó las armas, que no moriría por sus palabras o sus pensamientos. Felipe Calderón yace en el limbo entre las dos partes, no es de aquí ni de allá, no tiene los pies en la tierra y mucho menos en su tierra… nuestro moribundo México.

martes, 29 de junio de 2010

Añoranzas


Qué hermosos días aquellos cuando el asfalto de las calles era negro.

Qué hermosos esos días cuando el hambriento vecino robaba de la tienda un pedazo de pan.

Qué bello era antes, cuando de niños había que preocuparse por los bólidos que atravesaban las calles mientras jugábamos.

Qué precioso cuando no teníamos miedo. Cuando los balazos eran de celebración o de un lío de faldas.
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Qué hermosos días aquellos cuando el asfalto de las calles no era rojo.

Qué hermosos esos días cuando el hambriento vecino no vendía su alma a los bandidos para tener algo de comer.

Qué bello era antes, cuando de niños no teníamos que preocuparnos por ser secuestrados por los hombres de la mafia.

Qué precioso cuando no tenía miedo. Cuando los balazos no alcanzaban nuestros cuerpos, nuestro futuro, nuestros anhelos.

Qué bonito, qué bonito era todo, cuando el mundo era feo, pero no cruel.

Marcela Cruz Félix

jueves, 13 de mayo de 2010

Sofía por la mañana

¿Por qué los hijos de Osiris no reconocieron a sus víctimas? Porque nacieron para matar cegados.

Ya no importa de dónde vienes o adónde vas; quién eras o quién serás.

Ya no importan sueños o anhelos, pesadillas o recuerdos.

Todo se arremolina bajo una tapa de melancólica seguridad. Nada es verdad, nada es mentira. Sus dioses han dejado de existir para darle paso sólo al presente, al efímero instante.

Esta guerra, antes peleada en el fondo del mar, ahora ha llegado hasta la superficie. Subió escaleras construidas con ráfagas de metal y truenos y han llegado al cielo. Ya no se le teme a Dios. Sólo se le teme al diablo. Al demonio que es el único que parece existir; a ese ser que encarcelando a Yahveh, Alá, Krishna y demás, nos ha encarcelado también bajo barrotes de fuerza, pero chapeados en desesperanza.

El que llega a vivir en guerra, en guerra aprende a vivir. Pero eso es obra del hombre, que dependiente de la mano de sus dioses olvidó depender de la suya propia. No cree en él, pero sí en todo lo demás.

Culpa a la montaña porque le tapa el sol, cuando tuvo la oportunidad de construir sobre ella, pero desistió porque habría tenido que escalar.

El fantasma de la vida fácil se arremolina entre las almas tratando de espantar al trabajo, a esa pequeña mariposa, porque la confunden con un gusano. Su bestialidad les impide ver las alas. Las únicas alas con las que podrán volar hacia la cumbre de la montaña. Cualquier montaña.

lunes, 3 de mayo de 2010

Necesito ir al concierto

“Papá, mamá ¡necesito ir al concierto si no me muero! ¡Por favor! ¡Son sólo mil pesos!”

“Papá, mamá, por favor vayan al concierto, si no me muero… necesito comer, van a ser mil pesos”

El pasado 11 de marzo del presente año (2010 por si a alguien le queda duda), me dí cuenta de algo que, dos semanas después, no me deja de impactar cada vez que lo pienso.

Todo comenzó cuando entramos al estadio para ver al famoso grupo inglés Coldplay. Nos sentamos y, mientras esperaba lo que llevaba esperando desde el año pasado, me puse a pensar en la gente que vende las cervezas, las semillas, las frituras, etcétera, dentro del estadio… ESTÁN EN FRENTE DE DECENAS DE GRUPOS EN CONCIERTOS POR LOS CUALES DARÍAMOS LA VIRGINIDAD (U2, Metallica, Coldplay, Moby, The Cranberries, The Killers, etc). Sin embargo, ellos lo hacen por NECESIDAD.

Podría asegurar que no tienen la mínima idea de lo que dicen las canciones. No aprecian el cambio de tonos. El espectáculo de luces. No saben quienes son los que están ahí en frente… y probablemente no les interese. ¿Por qué? No es porque no les agrade el género musical, simplemente es porque no es su prioridad. Nosotros morimos por asistir a un concierto, ser parte del ego social de las personas que asistieron exhibiendo un día después las camisetas que compraron y que son prueba de que no faltaron al espectáculo del año, echándole en cara a los demás que no compraron a tiempo el boleto, o que simplemente no estaba a su alcance. Puede que esto último sea un poco exagerado y no aplique en todas las personas, es cierto. Pero también es cierto que no moriremos por no ir a ver a un grupo de personas cantando y bailando para otras millones.

Hay personas que están en ese mismo lugar, a la misma hora, pero en contextos totalmente diferentes a los de nosotros. Esas personas DEBEN estar ahí, porque es como le darán de comer a sus hijos mañana.

Con esto no pretendo que dejemos de ir a los conciertos, simplemente crear consciencia de que existe otra cara de la moneda, vayamos a donde vayamos.

miércoles, 14 de abril de 2010

La Rosa de Salime

Entonces ella preguntó en busca de una respuesta por parte de los expertos que ya se han enamorado, por parte de los expertos en enamorar, por parte de los hombres en los que ella confiaba:
¿Por qué regalan rosas como símbolo de amor? ¿Por qué no margaritas u otra flor?
Y para terminar con el romanticismo de la pregunta:
Odio las rosas
Justo en este momento creo que acabo de comprender la cuestión, y espero que mis palabras (disfrazadas en una historia) sean del agrado de su razón:
En algún lugar había una princesa de belleza incomparable, a pesar de ello, ningún hombre parecía acercarse a su ideal.
Todos los días llegaban con flores y se paraban justo debajo de su ventana esperando el veredicto de la fría mujer. Pero ninguna pudo simbolizar lo que ella realmente esperaba de ellos.
Un día llegó un príncipe con las manos rojas por la sangre, y con ellas sostenía una flor de una belleza al fin cercana a aquella que la princesa poseía.
Ella al fin comprendió que ese era el hombre que ella había estado buscando. Pero para asegurarse le preguntó ¿por qué había elegido aquella misteriosa flor?
El príncipe respondió:
Esto, mi bella doncella, es una rosa. Que estoy seguro simboliza que es la única flor que se puede comparar con el rostro que se refleja diariamente en tu espejo. Es la única flor que tiene espinas con el fin de proteger el amor que significa su bella capa de pétalos. Pero lo más importante, es la única flor con la que puedo demostrar que iría hasta el fin del mundo por ti, no importa si termino con graves heridas, no importa si he de matar a un dragón. Porque mereces que para conseguir tu amor tenga que pasar por todo eso y por mucho más.

martes, 23 de marzo de 2010

Carta a la Comunidad Galáctica de la Vía Láctea

Ya que es sabido que pueden comprender nuestra forma de escritura, me gustaría darles una breve perspectiva de qué es lo que está pasando e nuestro planeta.

Como han de saber, es extremadamente difícil comprender a todas las personas del Planeta Tierra, ya que están divididas por muchos factores que van más allá de unos cuantos kilómetros de distancia. Son factores que nos alejan cada día más aunque estemos a escasos metros de ellos, por ejemplo, la religión. Nuestros hombres han dejado de creer en el hombre para justificar su torpeza en las manos de un dios. Se creen títeres de la voluntad de este ser todopoderoso, y si algo pasa, bueno o malo, es porque “Él” así lo quiso.

Otra de las cosas que nos impide comprendernos es el idioma. El cual ni siquiera tiene que ver con que yo hable español y me quiera comunicar con un japonés. El problema radica en que ya no nos queremos escuchar, ya no nos queremos ver, ya no nos queremos leer. Las clases más bajas de la misma ciudad pueden incluso no conocer alrededor del cincuenta por ciento de lo que decimos porque simplemente no cuentan con la misma educación. También, los líderes del mundo dejaron a un lado sus raíces para enfocarse en aprender un solo lenguaje que ellos juran, mueve al mundo entero: el dinero. Por ello las cosas tienen un valor no por su función sino por qué tanto dinero cuesta, y el precio no está relacionado con qué tan útil es, sino por cuestiones de mera vanidad.

Nuestros países están en guerra, pero ya no es sólo entre naciones sino entre nosotros mismos. Hemos alcanzado la Luna pero no hemos logrado poner un pie en las regiones más hostiles del Amazonas. Hemos logrado la paz con ustedes pero no podemos mover nuestras tropas del país hermano. Hemos buscado más recursos en otros planetas pero no podemos dejar de saquear a los países más pobres.

Gastamos una suma ridícula de dinero y bienes para conocerlos a ustedes y a razas de otras galaxias hermanas mientras millones de los nuestros cuya cultura no conocemos ni nos interesa conocer mueren de hambre cada día.

Preferimos aprender idiomas y lenguajes ficticios por fanatismo y no nos esmeramos en comprender un solo dialecto de nuestro país.

Es una gran vergüenza cómo ustedes vienen a darnos clases acerca de nuestro mundo en las universidades más prestigiadas.

Es terrible cómo los han mandado a ustedes a los pueblos más inhóspitos e infrahumanos a enseñarles a las personas nuestra propia escritura.

Es una pena cómo nos hemos dado la espalda, cómo nos dejamos morir, y ustedes reparan los daños.

Nos extinguimos poco a poco dentro de nuestra propia caja, pero el egocentrismo de los más ricos abandonarán el barco e intentarán irse a otros planetas.’

Es mi deber advertirles acerca de nuestra raza, por favor, tengan cuidado, no dejen que esta destructiva especie acabe con la vida de los demás mundos. Con suerte podrán sólo acabar con la Tierra.

lunes, 22 de marzo de 2010

Por los que...

Por los que alguna vez se la mentamos al profe en frente de todos. Por los que nos hemos ido de algún restaurante sin pagar. Por los que nos hemos transeado a alguien. Por los que sobrevivimos a la balacera del Tec. Por los que estamos hartos de los tontos grupos en Facebook. Por los que estamos hartos de la situación actual del país. Por los que estamos a favor de que las cosas cambien… POR LOS QUE ESTAMOS DISPUESTOS A CAMBIAR POR EL BIEN DE TODOS.

Han pasado una infinidad de cosas en los últimos días, meses, años; y aparentemente todo sigue exactamente de la misma manera o incluso peor. Pero lo más impresionante es la pérdida de sensibilidad a la que hemos sido capaces de llegar. ¿Cómo es posible que se empiecen a hacer grupos y que miles de personas alrededor del país se identifique con ellos siendo éstos de naturaleza negativa? ¿Por qué no abrir de esos como: Por los que alguna vez le regresaron la cartera extraviada a alguien con todo y dinero; Por los que alguna vez estudiaron y se sacaron 100 en el examen?

Nuestro país está mal, es la verdad; no es la sociedad que está en una burbuja de paranoia. No son los papás que se quedaron en sus tiempos y por eso no nos dejan salir a las calles a divertirnos con alcohol. Son las nuevas generaciones las que están llegando a un punto sin retorno en la falta de compromiso con el presente y con el futuro.

Dos de nuestros compañeros del campus fueron víctimas de la violencia que acosa a México. Y fuera de los inmaduros grupos de Facebook que ya llegaron a su límite, estoy orgullosa de aquellos alumnos que se organizaron para solidarizar a la comunidad estudiantil con la pena que viven los familiares de los compañeros fallecidos.

Espero que este evento sea un detonante para la consciencia y la acción estudiantil y social en todo el país, y no sea una más de tantas situaciones que son producto de la violencia que hay ahora y aquí. Espero que sea un evento que logre trascender a través de las clases, los puestos, y el tiempo, y que no sea olvidado tras la enorme cortina de indiferencia y desensibilización social. Espero que contribuya a la creación de lo que sea que tenga que ser para arreglar a México.

martes, 23 de febrero de 2010

Escena de la última luz

El señor miraba pasivamente a la gente pasar. Esperando, no esperando. ¿Esperando qué? La muerte, ¿No esperando qué? El amor.

Sólo se sentaba y de vez en cuando suspiraba, gravemente, con dificultad, como cuando el agua pasa por un colador con arena.

El viento que había estado ausente, comenzó a mover el cabello del hombre, recordándole las manos de su amada que le acariciaba en la cama, en el césped, en la arena.

La arena. Había creado tantas cosas con ella. Había sido testigo de su color, su textura, por las malas… de su sabor.

¡Qué enorme contraste la falta de suavidad de la arena con la dulce piel de su blanca niña!

Tanto la lloró que ni una lágrima más por su mejilla rodó. Ese día, el hombre se secó.

Su última caricia, antes de que a ella se la llevara la marea.

Su última caricia, la que le regaló el viento esa tarde.

Pero no fue lo único que le obsequiaron el clima y el tiempo. Ellos también le dieron un pase para llegar a la luz. Un túnel profundo donde al final se encontraba ella esperándolo, con los brazos abiertos, con la boca parada y los ojos cerrados.

Llegó a ella y la abrazó.

Cesó el viento, cesó la luz y el tiempo.

El hombre sentado en la banca ya no veía a la gente pasar. Ya no esperaba. Ya NO no esperaba. Ya ni siquiera respiraba con dificultad… el hombre ya no vivía.

martes, 16 de febrero de 2010

El mensaje

Aún no amanecía cuando la luz del teléfono celular la despertó. Contestó... con voz intranquila pero sin hacer mucho ruido y colgó.
Se quedó mirando un largo rato al techo oscuro aún, con las manos cruzadas, posadas en el pecho. Sublime como un cliché de la resignación... sin lágrimas, pues ya se había preparado para ese día.
Salió sigilosamente con el propósito de no despertar a los habitantes de su casa o a los vecinos.
Ya estaban saliendo los primeros rayos de sol cuando llegó al aeropuerto.
En la sala de espera, sacó su celular del bolso. Vaciló en cuanto al número. No podía dejar de pensar en todo aquello que estaba a punto de dejar, aquella persona a la que quizás jamás volvería a ver.

Le llegó un mensaje a David, quien contestó con extrañeza.

Seguía esperando. Estaba empezando a soñar cuando sintió la vibración del teléfono en su regazo.
Vio el mensaje. Sintió un vuelco en el corazón y después lloró desconsoladamente tras sus blancas manos.

Llegué a la clase de administración, con la adrenalina en tope... los nervios de punta.
David me enseñó un mensaje después de contarme un breve y desconcertante escenario.

"Ya me voy, te quiero mucho"

"Perdón, no sé quién eres, no tengo registrado tu número"
"Perdón, pensé que eras mi hija"

sábado, 2 de enero de 2010

De cuando el traslado pasó de ser pérdida de tiempo a un momento de reflexión

¿Alguna vez han pensado que la etapa de esperar quién sabe cuántas horas en el avión sólo sirve para perder valioso tiempo para hacer trabajos, y desaparecer la línea que marca el territorio de la pompa izquierda y la pompa derecha? Sin mencionar el tiempo de espera previo a subir al medio de transporte. Pues he de confesar que yo sí lo he pensado, pero sobre todo como una pregunta: ¿Cuánto tiempo en total en toda su vida pasa una persona esperando por cuestiones de traslado?

Después comencé a hacer un breve y vago recuento de mis horas haciéndome y contestándome algunas preguntas como: ¿Cuántas veces he viajado por avión? ¿Cuánto tardaron esos vuelos? ¿Escalas? ¿Y qué tal los viajes en autobús? ¿En carro? ¿Para ir a Disneyland? ¿Y todos los minutos que me tomaba ir de mi casa a la escuela? ¿Qué he estado haciendo todo ese tiempo?

He llegado a la conclusión de que debido a la facilidad y a relativa comodidad y corto tiempo para ir de aquí a China (o cualquier otro destino… sólo para que Can no piense que los occidentales jamás pensamos en su país) la gente viaja más aunque no lo necesite (es decir, por diversión), pero tampoco hay que olvidar a las personas que requieren de esos viajes por cuestión de negocios…. Ustedes saben lo que ha ocasionado la globalización.

Y al viajar más, la gente “pierde” más tiempo de su vida que podrían aprovechar para realizar cualquier otra actividad… por lo tanto, la gente vive más rápido.

Y quizás pueda comprobarlo con unos cuantos escenarios:

Puede sonarles familiar el siguiente “Tengo que terminar esto (muestra una enorme lista de veinte puntos) antes de las dos de la tarde… porque mi vuelo sale a las cinco, tengo que estar dos horas antes en el aeropuerto y hago una hora de mi casa a éste” (¡Sin contar las horas de vuelo!).

La segunda: “…de regreso a mi casa había un retén antialcoholismo. La fila de coches era inmensa y lo que me toma normalmente (quince minutos) se multiplicó por cuatro… no lo tenía previsto, por lo que llegué tarde al trabajo y como el proyecto lo tenía que entregar ese mismo día lo hice demasiado rápido…”

¿Cuántas veces no hemos perdido tiempo en algún embotellamiento?

Pero la pregunta fuerte es la siguiente: ¿Qué solemos hacer todo ese tiempo?

Por ejemplo, en este momento estoy en un avión camino a casa y estoy reflexionando y escribiendo el borrador para mi próxima entrada en el blog (por cierto, es lo que estás leyendo)… [Fun fact: EN UNA SERVILLETA].

Y un avión, bueno… no vengo manejando, no tengo que estar atenta al color de las luces del semáforo o los altos, tontos que no saben manejar, etc. Entonces… ¿Qué hacer en un traslado automovilístico?

Se pueden hacer distintos planes por si las dudas, algunos ejemplos:

a) Llevar un libro de frases budistas para estresantes embotellamientos.

b) Poner un audiolibro.

c) Jamás salir sin una pluma o un cuaderno (o cualquier pedazo de papel como la servilleta en la que escribí esto)

d) Piense en ideas para su próximo proyecto.

Y muchas otras más (quizás una semana de éstas salga una guía para el viajero impaciente), pero lo más fácil e importante, y que seguramente le será más útil que cualquier otro de os puntos anteriores: ¡reflexión!

Que la espera sea el cimiento de una reflexión y no en el del pensamiento de que se ha perdido el tiempo.