martes, 16 de febrero de 2010

El mensaje

Aún no amanecía cuando la luz del teléfono celular la despertó. Contestó... con voz intranquila pero sin hacer mucho ruido y colgó.
Se quedó mirando un largo rato al techo oscuro aún, con las manos cruzadas, posadas en el pecho. Sublime como un cliché de la resignación... sin lágrimas, pues ya se había preparado para ese día.
Salió sigilosamente con el propósito de no despertar a los habitantes de su casa o a los vecinos.
Ya estaban saliendo los primeros rayos de sol cuando llegó al aeropuerto.
En la sala de espera, sacó su celular del bolso. Vaciló en cuanto al número. No podía dejar de pensar en todo aquello que estaba a punto de dejar, aquella persona a la que quizás jamás volvería a ver.

Le llegó un mensaje a David, quien contestó con extrañeza.

Seguía esperando. Estaba empezando a soñar cuando sintió la vibración del teléfono en su regazo.
Vio el mensaje. Sintió un vuelco en el corazón y después lloró desconsoladamente tras sus blancas manos.

Llegué a la clase de administración, con la adrenalina en tope... los nervios de punta.
David me enseñó un mensaje después de contarme un breve y desconcertante escenario.

"Ya me voy, te quiero mucho"

"Perdón, no sé quién eres, no tengo registrado tu número"
"Perdón, pensé que eras mi hija"

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