jueves, 13 de mayo de 2010

Sofía por la mañana

¿Por qué los hijos de Osiris no reconocieron a sus víctimas? Porque nacieron para matar cegados.

Ya no importa de dónde vienes o adónde vas; quién eras o quién serás.

Ya no importan sueños o anhelos, pesadillas o recuerdos.

Todo se arremolina bajo una tapa de melancólica seguridad. Nada es verdad, nada es mentira. Sus dioses han dejado de existir para darle paso sólo al presente, al efímero instante.

Esta guerra, antes peleada en el fondo del mar, ahora ha llegado hasta la superficie. Subió escaleras construidas con ráfagas de metal y truenos y han llegado al cielo. Ya no se le teme a Dios. Sólo se le teme al diablo. Al demonio que es el único que parece existir; a ese ser que encarcelando a Yahveh, Alá, Krishna y demás, nos ha encarcelado también bajo barrotes de fuerza, pero chapeados en desesperanza.

El que llega a vivir en guerra, en guerra aprende a vivir. Pero eso es obra del hombre, que dependiente de la mano de sus dioses olvidó depender de la suya propia. No cree en él, pero sí en todo lo demás.

Culpa a la montaña porque le tapa el sol, cuando tuvo la oportunidad de construir sobre ella, pero desistió porque habría tenido que escalar.

El fantasma de la vida fácil se arremolina entre las almas tratando de espantar al trabajo, a esa pequeña mariposa, porque la confunden con un gusano. Su bestialidad les impide ver las alas. Las únicas alas con las que podrán volar hacia la cumbre de la montaña. Cualquier montaña.

lunes, 3 de mayo de 2010

Necesito ir al concierto

“Papá, mamá ¡necesito ir al concierto si no me muero! ¡Por favor! ¡Son sólo mil pesos!”

“Papá, mamá, por favor vayan al concierto, si no me muero… necesito comer, van a ser mil pesos”

El pasado 11 de marzo del presente año (2010 por si a alguien le queda duda), me dí cuenta de algo que, dos semanas después, no me deja de impactar cada vez que lo pienso.

Todo comenzó cuando entramos al estadio para ver al famoso grupo inglés Coldplay. Nos sentamos y, mientras esperaba lo que llevaba esperando desde el año pasado, me puse a pensar en la gente que vende las cervezas, las semillas, las frituras, etcétera, dentro del estadio… ESTÁN EN FRENTE DE DECENAS DE GRUPOS EN CONCIERTOS POR LOS CUALES DARÍAMOS LA VIRGINIDAD (U2, Metallica, Coldplay, Moby, The Cranberries, The Killers, etc). Sin embargo, ellos lo hacen por NECESIDAD.

Podría asegurar que no tienen la mínima idea de lo que dicen las canciones. No aprecian el cambio de tonos. El espectáculo de luces. No saben quienes son los que están ahí en frente… y probablemente no les interese. ¿Por qué? No es porque no les agrade el género musical, simplemente es porque no es su prioridad. Nosotros morimos por asistir a un concierto, ser parte del ego social de las personas que asistieron exhibiendo un día después las camisetas que compraron y que son prueba de que no faltaron al espectáculo del año, echándole en cara a los demás que no compraron a tiempo el boleto, o que simplemente no estaba a su alcance. Puede que esto último sea un poco exagerado y no aplique en todas las personas, es cierto. Pero también es cierto que no moriremos por no ir a ver a un grupo de personas cantando y bailando para otras millones.

Hay personas que están en ese mismo lugar, a la misma hora, pero en contextos totalmente diferentes a los de nosotros. Esas personas DEBEN estar ahí, porque es como le darán de comer a sus hijos mañana.

Con esto no pretendo que dejemos de ir a los conciertos, simplemente crear consciencia de que existe otra cara de la moneda, vayamos a donde vayamos.