viernes, 9 de julio de 2010

Le decían ‘El Huracán’

Alex, el fuerte Alex. Llegó, Norteño, azotando la ciudad. Ahogando a la gente en su furia, destrozando las casas al pasar. Era el más temido en los caminos.

Pero no le digan Alejandro porque se enoja, es Alex, de cariño. Nos engaña con su nombre, haciéndose pasar por buen amigo. Alex, como si fuera el compadre de toda la vida, pero tras su muerte te das cuenta de que te dejó cada una de sus deudas.

Nos dio muchas angustias: a nosotros nos quitó diversión y los últimos días de clases de verano, un par de días nos dejó encerrados sin comer. Otros no tuvieron tanta suerte, Alex les arrebató el hogar, sus pertenencias, a algunos hasta la vida. Pobres.

Hasta a los narcos les quitó las balas, Alex era uno de los pesados, más que el legendario Tío Gilberto, que hizo de las suyas a mediados de los 80’s.

Pero un día, Alex se cansó. Dejó las calles y las casas. Dejó los cielos y los ríos. Alex no volvió, no paró las riñas del crimen el fin de semana después de su llegada.

Y volvió el terror.

Pues al menos con las lluvias no nos balacean. Ni viviendo lejos de un río nos salvamos. Al hombre nada le importa, todo es su territorio. No tiene cauce, no tiene montañas que lo frenen, no tiene arbustos en su camino que lo detengan. A Alex se lo llevó el viento. A nosotros nos llevó Alex. ¿Quién se llevará a los malos, si no fue el buen Alex?

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