domingo, 25 de octubre de 2009

La paz del desamor

Como regresar de un viaje amorfinado. De un sueño sin voces borrosas y surrealismo envuelto.

Un extraño deseo en el interior que jamás será saciado mientras se piensa en él. Como el niño que busca la pieza del rompecabezas y cuando a fin se rinde, lo encuentra.

Una voz blanca en medio de tú y yo que grita insaciable que te deje de añorar. Una canción que viaja en ondas como aquellas en las que viaja mi amor.

Así, una paz, sin sentido, difícil de pronunciar, peor aún cuando se trata de identificar.

Unas de esas extrañas cosquillas que te enfadan y al mismo tiempo te liberan. Un ladrido desde lo más profundo de la felicidad.

La iluminación sublime como la de algún castillo ancestral, los destellos de tranquilidad con cientos de partículas de complicidad asomándose desde lo alto de la ventana.

Como el fuego del dragón, de decenas de colores bailando y abrazándose entre sí como si el mundo fuera a acabar mañana. Destellos de alguna genialidad escondida en laberintos de algún jardín con paredes de jazmín.

La pasión consumida como el incienso y el aroma aún restante del gusto que aún se tiene por el rostro.

Una cama de hojas cafés y crujientes con perfume a la miel y madera.

Una cabaña en medio del bosque, a un lado de un riachuelo. Las piedras resbalan y se acarician susurrando lentamente que no necesito de ese amor. No ese amor, sino la paz del desamor.

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