domingo, 1 de noviembre de 2009

El consuelo que una amiga da

Existe ahora en mi vida un sentimiento que jamás había sido capaz de sentir. El sentimiento de la amistad verdadera.

Antes con cimientos de envidia, compromiso y conveniencia, aquellas que se hacían llamar mis amigas no me dejaban algo más que un mal sabor de boca. Al menos una vez al mes, como si se tratase de un ritual.

Ahora no sé si por cuestiones de madurez, de lugar, circunstancias emocionales, de falta de amor de familia, necesidad de protección, o todas juntas; mis nuevas amigas tienen un currículum impecable. Y como en ninguna otra etapa de mi vida, en vez de juntarme desde el principio con varones, inicié amistades con mujeres. Cosa de la cual hasta el momento no me he arrepentido, y con seguridad puedo decir que no lo haré.

El aliento que esas amigas me dan es increíble cuando estoy pasando por malos ratos. Y lo más sorprendente de todo: hasta cuando no hay de esos malos momentos.

Mis amigas se encuentran ahí tan esenciales en este momento como el aire. Tan confortantes como un fino rayo de sol.

Y a veces me siento extraña con ellas, a veces siento que no les he correspondido en amistad. Pero es la falta de costumbre.

Acostumbrada a casi veinte años de enemistad, toparse con un regalo como esta gran joya de comprensión, apoyo, amor y diversión, entre otras; es digno comportarse con respeto y prudencia.

Y siempre en mí vivirá alguna esperanza de no perderlas ni remplazarlas por el efímero amor que un hombre puede dar; sino conservarlas, o mejor dicho… ser dignas de ser conservada.

2 comentarios:

  1. Marce, we love you. Cuentas con nosotros, de aqui a forever. Sonrie, Canta, Brinca...!!!

    Forever together!

    Sal y Angie. <3

    ResponderEliminar
  2. me pondre celosa de tus nuevas amigas marcetouille u.u

    nadia!

    ResponderEliminar